31.8.20

Posibilidades

Paso la mano horizontalmente y de arriba a abajo para desempañar el espejo. Me miro. Primero de un lado, luego del otro. Levanto la cabeza y me doy cuenta que mi barba está dispareja en la parte inferior, cerca del cuello. Tomo la máquina de afeitar y la paso sutilmente sobre esos pelos que están donde no debían estar. Sacudo la afeitadora y la golpeo contra el lavamanos, mientras los pequeños vellos van quedando pegados en el lavamanos. Abro la llave y con la mano vierto agua sobre esos pelos que magnéticamente se acumulan en la cerámica blanca antes de irse por el desagüe. El agua se empieza a juntar, formando una especie de laguna compuesta de agua, espuma y los vellos rebeldes que se mueven en círculos buscando llegar a ese orificio oscuro y desconocido. Observo por el desagüe y no hay nada (o nada excesivamente notorio) que impida el paso del agua, de la espuma y de los pelos; principalmente de los pelos, que son lo que ocasionarán un problema. Pienso en introducir un cepillo de dientes, pero no es muy higiénico. Tampoco es seguro, ya que el plástico es resbaladizo y temo que se vaya por el desagüe y obstruya aún más el paso del agua y el resto de elementos. Además ergonómicamente no es apropiado para tal cometido. Pienso ir al patio y buscar un alambre entre los cajones que tenemos acumulados. Si lo consiguiera tendría que formar una especie de gancho en la parte superior (para afirmarlo con mi dedo) y en la parte inferior (para sacar el objeto que está impidiendo el paso fluido del agua). Pero, como escribí, a simple vista no hay nada. Puede ser el codo. No tengo certeza de lo que es el codo, pero todos los gásfiteres y los que se creen tal, hablan del codo y de su capacidad (o incapacidad) para acumular residuos que no pueden ir más allá de ese punto. Pienso en sacar el codo y llevarlo como muestra a una ferretería, para que vendan uno igual, sin embargo, siempre preguntan más cosas de las que uno sabe y ofrecen una cantidad interminable de productos similares, lo que confunde y desgasta. Pienso entonces en llamar a un gásfiter, pero debe ser alguien de confianza, porque no puede entrar cualquier persona a la casa, porque la gente está súper mala, y otras cosas por el estilo. Y si viene alguien tiene que ser a una hora en que esté en la casa, porque no quieres que venga alguien cuando estés sola, porque el otro día supiste que a no sé a quien le pasó no sé que cosa. Mientras tanto los pelos siguen moviéndose en el remolino que forman la espuma y el agua, pero nada logra escurrir por el desagüe. Todo sigue igual. Pienso comprar soda cáustica, pero dicen los especialistas (y aquellos que dicen serlo y en realidad no saben de nada) que es peligroso, que hay que tener cuidado al utilizarla y que es capaz de derretir las tuberías de plástico. Entonces me limito a esperar. Los vellos continúan girando, desordenados, independientes unos de otros. La espuma disminuye su volumen cada vez que una burbuja se revienta y emanan minúsculas gotas que caen alrededor, con la posibilidad de reventar otra burbuja cercana.Golpeas la puerta y preguntas si pasa algo. Antes de decir que no, veo que la manilla se mueve, la puerta se abre lo necesario para que te asomes y observes con detención los minúsculos pelos que siguen moviéndose, esperando descender por ese agujero negro y misterioso. Entonces me miras y esa mirada es distinta a las otras veces, cuando han quedado pelos en el lavamanos. Esta mirada (esta nueva mirada) encierra un grado de culpa, de tensión, incluso de vergüenza. Bajo ningún punto de vista es una mirada de reprobación. Cierras la puerta con cuidado y súbitamente desde el otro lado, quizás apoyada en la puerta y con algo de nerviosismo en el rostro, dices que se te cayó la tapa de un perfume por el lavamanos, y que pensaste en meter un cepillo de dientes o un alambre, sacar el codo, comprar soda cáustica o llamar a un gásfiter, pero que en realidad no importa, para qué nos vamos a hacer tanto problema.

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