13.11.16

Él, Ella y El Ente

Se conocieron en una celebración que nadie sabe dónde ni cuándo. Se miraron largo rato a lo lejos, entre mesas, gente bailando, conversaciones y un bullicio generalizado. Ella se acercó a preguntarle algo sin importancia y sabiendo de antemano la respuesta, algo como dónde está el baño o dónde hay hielo. Después de la obvia respuesta comenzó la eterna e interesante conversación de las personas que se gustan a primera vista, cuando sabes que existe y existirá algo más allá de ese intercambio de risas y palabras. Conversaron animosamente, se miraron y rieron bastante. Se besaron. Se besaron por largos y felices años, caminaron de la mano como amigos, como confidentes, como amantes. Se acompañaban en cada momento, se hicieron uno. Eran la pareja casi perfecta que nunca terminaría, que no escondería secretos ni menos pasarían por infidelidades. Compartieron y entregaron tanto del espacio individual que se fusionaron, que perdieron identidad y libertad, transformándose en un tercer sujeto, compuesto de partes de ambos. Aún así eran felices a su manera y decidieron vivir juntos. Probablemente era lo socialmente esperado, lo habitualmente correcto; sin embargo, compartir la cotidianeidad oscureció de cierta forma la relación, la tornó gris, plana, carente de emoción, de pasión. Ni siquiera los viajes, llenos de esa sensación de libertad, de plenitud, de lejana y efímera felicidad, llenos de fotografías exhibidas al mundo como  muestras de unión y normalidad, pudieron recuperar todo lo que tenían al principio. Ese ente, ese tercer sujeto no volvió a ser lo que era. Se entristeció, se llenó de silencios y secretos, se enfermó lenta y dolorosamente. Era tanta la angustia que decidió consultar con una especialista en temas de pareja. Le recomendaron una terapeuta cuarentona, divorciada e histérica que, según decían, ayudaba a restablecer relaciones. La terapeuta, en sus decenas de sesiones, luego de oír y anotar en su libretita declaraciones cargadas de amor, celos, locura y rabia; luego de un exhaustivo examen lleno de preguntas sobre la relación y cómo le acomodaba pagarle, entregó el informe final con el siguiente diagnóstico: “Producto de la unión inseparable y restrictiva, voluntariamente acordada por dos personas que se fusionaron en un solo ser, se ha llegado a la conclusión que padece una extraña patología con síntomas de carácter terminal”