13.10.16

Ardiente Impaciencia

Te he invitado a quemar la ciudad, a verla arder porque sí, sin ningún propósito más que sentir el chirrido, los gritos, las sirenas; alejarnos hacia lo alto y ver como el fuego y las columnas de humo se expanden hasta donde nuestra visión lo permita. 
Te he invitado a destruir nuestra ciudad, a dejarla en cenizas, plagada de escombros, mutilada e incompleta; cubierta sólo por un germen de esperanza, de reconstrucción.
Luego espero bajar lentamente, contemplar los restos de todo, ver cómo la nada se apodera de lo que fue la historia que muchos construyeron entre estas calles. Espero escupir en las cenizas y disfrutar ese tenue sonido que nace al unir algo frío y líquido con las brasas; ese último aliento que surge cada vez que el calor y el fuego logran vencer. Caminaré entre los escombros de las casas del centro; escribiré con mi mano alguna frase sin sentido entre las paredes cubiertas de hollín; empujaré cada viga, cada pilar con la fuerza mínima necesaria para que caiga, retumbe y levante algo de cenizas; pisaré los vidrios ennegrecidos y quemados.
Caminaré hasta el cansancio, observando la gente correr, tratando de rescatar lo que consideraban suyo. Los miraré a los ojos buscando una explicación donde nadie la encontrará, buscaré en ellos al culpable de este desastre.
Esperaré la noche paciente, tranquilo, solitario, buscando un refugio donde dormir, porque todo se ha destruido.