Entro a facebook y me encuentro
con publicaciones llenas de bendiciones, frases supuestamente inspiradoras,
alegría y buenas vibras. Muchos namasté,
manos de Fátima, amén y publicaciones por el estilo, dan la impresión de estar
viviendo en un mundo ideal, lleno de buenas intenciones, colaboración, cuidado
ambiental, entre otras panaceas. Pero a ese “mundo ideal” le agregaría “virtual”,
porque es ahí, frente a la pantalla, donde la gente se transforma y se hace
buena, donde nacen y mueren las buenas intenciones; como si ese lugar -si se le
puede llamar lugar- tuviera un efecto
transformador, que vuelve benevolente a todo aquél que quiere mostrarse así
frente al mundo.
Sin embargo, el problema no
radica ahí. Radica en la nefasta dicotomía entre lo que la gente escribe,
publica y lee, y como realmente se comportan; la diferencia entre los dos
mundos, el virtual y el real, por denominarlo de algún modo. Y no quiero con
esto parecer amargo o ser un crítico ácido y exagerado de las redes sociales y
de las buenas intenciones que encierran ciertas publicaciones. Sólo creo conveniente
un acercamiento entre ambos mundos, cierta correlación entre lo que somos para
los “amigos” de las redes sociales (es justo y necesario el uso de comillas) y
lo que pasa en nuestras vidas. En nuestras vidas reales, valga la aclaración. Realidad. Eso.
No sé si compartir esto en Facebook.
En caso de hacerlo no terminaré la publicación con bendiciones.
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