El Loco se atrevió a dirigir luego de algunos años de ausencia. Se atrevió a renacer en base a sus principios, sus ideas. Se atrevió a cruzar la cordillera y encontrarse con un puñado de jóvenes lleno de talento, ímpetu y ganas de triunfo. El Loco creyó en los muchachos y éstos creyeron en él. Algo así como el Abrazo de Maipú entre O’higgins y San Martín, que selló un pacto fraterno, y ojala definitivo, de logros y alegrías.
El Loco dirige, camina de un lado a otro y escupe al borde de la cancha. El Loco se hinca, está en cuclillas mientras anota y anota quizás que movimientos imperceptibles al resto de los mortales. El Loco grita, putea, se enoja. El Loco se devuelve al banco del cuerpo técnico, le dice algo a su asesor. Se para nuevamente. Llama a tal o cual jugador, le indica las instrucciones pertinentes y se devuelve a sus hábitat otra vez, a su asiento, ése que está entre la cancha y la tribuna.
El Loco es un estratega, no deja nada al azar. Conoce a los rivales porque ve videos. El Loco observa, piensa y anota. Sabe mucho de fútbol porque ve videos (muchos videos). Si bien nunca tuvo el talento de Valdivia o Sánchez, la seguridad de Bravo, el olfato goleador de Suazo, ni la fiereza de Medel, el Loco sabe lo que hace… y pensándolo bien no está loco. Al contrario, está más cuerdo que los demás.
El Loco es un tipo reservado, que analiza cada declaración y cada una de las palabras que comunica a la prensa. El Loco asume responsabilidades y toma los triunfos con mesura. (Incluso aseveró que es un experto en fracasos). El Loco pasa de la seriedad de las conferencias de prensa a la risa espontánea al saludar a un niño que lo espera en las puertas de Juan Pinto Durán.
El Loco es seguro de su ideología futbolística como aquél último hombre, aquél defensa que se enfrenta a un delantero de categoría en un mano a mano y está obligado a despejar; pero, al mismo tiempo, el Loco es un hombre rebelde, que se atreve y que crea, como aquél talentoso puntero que gambetea, hace fintas y amagues libremente, confiando en que más atrás habrá un compañero en caso que le quiten el balón.
Mientras el equipo celebra en la cancha, el Loco parte raudo a camarines, en silencio, cabeza a gacha, pensando quizás en la tarea lograda, o en el próximo rival. Quién lo sabe; es un tipo hermético, que ha sido tildado de charlatán, de vendedor de ilusiones. Pero dicen que por la boca muere el pez. Si incluso quienes miraban con malos ojos su arribo al país, su millonario contrato, sus pretéritos fracasos, se suben al carro de la victoria y son los primeros en pintarse la cara y celebrar en Plaza Italia, son los primeros en comprarse la camiseta de la Selección Nacional luego que la tarea ya está cumplida. Es más, hubo un periodista que lo destrozó… y que con el paso del tiempo, avalado por resultados, se atrevió a escribir un libro sobre el proceso eliminatorio. El apoyo en ningún caso es reprochable, pero son estos mismos personajes quienes a la primera caída, al primero tropiezo, se quitan la pintura de su cara, se alejan de Plaza Italia, guardan sus camisetas al fondo del clóset y terminan por abandonar el carro de la victoria. Y lamentablemente, en algunos casos, terminan apedreándolo. Presiento que por lo mismo el Loco es cauteloso y discreto ante los triunfos. Conoce bien las dos caras de la moneda y prefiere la mesura antes que la euforia desbordada. Prefiere refugiarse en Juan Pinto Durán a leer, a ver fútbol o a andar en bicicleta tal vez, en vez de ir a algún programa de televisión, para que le pregunten qué come o qué perfume usa, o para que lo sienten al lado de la modelo discotequera de turno.
Lo repito: El Loco no está loco, no sufre ninguna anomalía síquica ni trastorno emocional, tan sólo es distinto. Es un trabajador infatigable, meticuloso, detallista, obsesivo para algunos. Al parecer sabe muy bien lo que quiere, dentro y fuera de la cancha; conoce el objetivo y los medios. Sabe que la alegría del triunfo no es eterna, y que el apoyo de la hinchada es efímero y mutable. Cree más en el trabajo que en la suerte. En definitiva, si tener el carácter de Marcelo Bielsa es una locura, sería bueno que todos padeciéramos la misma enfermedad.
El Loco sabe lo que hace… y pensándolo bien está mas cuerdo que todos los demás.
El Loco dirige, camina de un lado a otro y escupe al borde de la cancha. El Loco se hinca, está en cuclillas mientras anota y anota quizás que movimientos imperceptibles al resto de los mortales. El Loco grita, putea, se enoja. El Loco se devuelve al banco del cuerpo técnico, le dice algo a su asesor. Se para nuevamente. Llama a tal o cual jugador, le indica las instrucciones pertinentes y se devuelve a sus hábitat otra vez, a su asiento, ése que está entre la cancha y la tribuna.
El Loco es un estratega, no deja nada al azar. Conoce a los rivales porque ve videos. El Loco observa, piensa y anota. Sabe mucho de fútbol porque ve videos (muchos videos). Si bien nunca tuvo el talento de Valdivia o Sánchez, la seguridad de Bravo, el olfato goleador de Suazo, ni la fiereza de Medel, el Loco sabe lo que hace… y pensándolo bien no está loco. Al contrario, está más cuerdo que los demás.
El Loco es un tipo reservado, que analiza cada declaración y cada una de las palabras que comunica a la prensa. El Loco asume responsabilidades y toma los triunfos con mesura. (Incluso aseveró que es un experto en fracasos). El Loco pasa de la seriedad de las conferencias de prensa a la risa espontánea al saludar a un niño que lo espera en las puertas de Juan Pinto Durán.
El Loco es seguro de su ideología futbolística como aquél último hombre, aquél defensa que se enfrenta a un delantero de categoría en un mano a mano y está obligado a despejar; pero, al mismo tiempo, el Loco es un hombre rebelde, que se atreve y que crea, como aquél talentoso puntero que gambetea, hace fintas y amagues libremente, confiando en que más atrás habrá un compañero en caso que le quiten el balón.
Mientras el equipo celebra en la cancha, el Loco parte raudo a camarines, en silencio, cabeza a gacha, pensando quizás en la tarea lograda, o en el próximo rival. Quién lo sabe; es un tipo hermético, que ha sido tildado de charlatán, de vendedor de ilusiones. Pero dicen que por la boca muere el pez. Si incluso quienes miraban con malos ojos su arribo al país, su millonario contrato, sus pretéritos fracasos, se suben al carro de la victoria y son los primeros en pintarse la cara y celebrar en Plaza Italia, son los primeros en comprarse la camiseta de la Selección Nacional luego que la tarea ya está cumplida. Es más, hubo un periodista que lo destrozó… y que con el paso del tiempo, avalado por resultados, se atrevió a escribir un libro sobre el proceso eliminatorio. El apoyo en ningún caso es reprochable, pero son estos mismos personajes quienes a la primera caída, al primero tropiezo, se quitan la pintura de su cara, se alejan de Plaza Italia, guardan sus camisetas al fondo del clóset y terminan por abandonar el carro de la victoria. Y lamentablemente, en algunos casos, terminan apedreándolo. Presiento que por lo mismo el Loco es cauteloso y discreto ante los triunfos. Conoce bien las dos caras de la moneda y prefiere la mesura antes que la euforia desbordada. Prefiere refugiarse en Juan Pinto Durán a leer, a ver fútbol o a andar en bicicleta tal vez, en vez de ir a algún programa de televisión, para que le pregunten qué come o qué perfume usa, o para que lo sienten al lado de la modelo discotequera de turno.
Lo repito: El Loco no está loco, no sufre ninguna anomalía síquica ni trastorno emocional, tan sólo es distinto. Es un trabajador infatigable, meticuloso, detallista, obsesivo para algunos. Al parecer sabe muy bien lo que quiere, dentro y fuera de la cancha; conoce el objetivo y los medios. Sabe que la alegría del triunfo no es eterna, y que el apoyo de la hinchada es efímero y mutable. Cree más en el trabajo que en la suerte. En definitiva, si tener el carácter de Marcelo Bielsa es una locura, sería bueno que todos padeciéramos la misma enfermedad.
El Loco sabe lo que hace… y pensándolo bien está mas cuerdo que todos los demás.
mientras mayores seamos los locos, los locos serán ellos
ResponderEliminarun entrenador X - Frase en alusión al Loco