Recuerdo que era un día cualquiera. Estaba nublado y hacía algo de frío. Su mirada era una mezcla de rencor y desilusión; elementos que, en su persona, eran difícil de controlar y de asumir. La fragilidad de su temperamento, la ira desbordante y el constante y magro recuerdo de lo sucedido le hicieron tomar una decisión postergada hacía tiempo. Sí, tomó sus cosas y se fue sin dirigir mirada alguna a los presentes, cerrando la puerta de golpe y caminando sin rumbo.
Pasaron algunos meses antes que regresara. Venía con el pelo desaliñado, con la misma ropa - aunque más ajada - y con un cambio en su expresión, en su mirada. Nos miró a todos los que ése día estábamos ahí, como tantas otras veces nos habíamos reunido. Sin embargo, y ante la sorpresa de todos, tomó sus cosas y se fue sin dirigir mirada alguna a los presentes, cerrando la puerta de golpe y caminando sin rumbo. Quizás consideró un error haber regresado al notar nuestras miradas inundadas de rencor y desilusión.
Pasaron algunos meses antes que regresara. Venía con el pelo desaliñado, con la misma ropa - aunque más ajada - y con un cambio en su expresión, en su mirada. Nos miró a todos los que ése día estábamos ahí, como tantas otras veces nos habíamos reunido. Sin embargo, y ante la sorpresa de todos, tomó sus cosas y se fue sin dirigir mirada alguna a los presentes, cerrando la puerta de golpe y caminando sin rumbo. Quizás consideró un error haber regresado al notar nuestras miradas inundadas de rencor y desilusión.
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