(Esto no es una crítica, porque ¿quién soy yo para criticar un libro inspirado por un colombiano fallecido en 1977 y construido por un chileno aproximadamente veinte años después? Tan sólo es una apreciación personal de lo que me produjo leer este libro, especialmente ya avanzada la lectura).
Por fin terminé Mi Cuerpo es una Celda, la “autobiografía” –entre comillas, porque no fue realizada por él, sólo dejó escritas sus vivencias - de Andrés Caicedo, dirigida y montada por Alberto Fuguet. Digo por fin, no porque haya sido aburrida o tediosa, sino porque me costó seguirle el rumbo a tanta carta, crítica cinematográfica y escrito suelto que se encuentra en la obra. Creo que el trabajo de Fuguet fue arduo, en el sentido de tener las ganas de recopilar, leer, fusionar y armar todo el enjambre de elementos que configuran la historia de éste joven caleño aficionado al cine y a la literatura; sumergido en melancolía y desesperación.
En cierta parte del libro Fuguet hace un parangón entre Andrés Caicedo y Kurt Cobain, en cuatro direcciones principalmente: “suicidio a una edad temprana, la compulsión por dejarlo todo escrito, el deseo de escapar de un pueblo chico, el transformarse en figura de culto con estatus de rockero…” Se puede agregar el consumo de drogas y el constante sentimiento de incomodidad frente a los demás.
Pensándolo bien, las similitudes son notables, lo que queda de manifiesto en un documental que me gustó muchísimo llamado About a Son, sobre la vida de Cobain, en el que expresa sus pensamientos y emociones, desde su infancia hasta transformarse en el icono rock que logró ser. (No soy muy asiduo a estar pegado frente a una pantalla viendo largometrajes o documentales, pero éste es interesantísimo).
Fuguet en este libro se encuentra con su alter ego, un joven de otra época, ya fallecido, que dejó una obra numerosa que vio la luz gracias a sus esfuerzos – y al de mucha gente más -, que vivió en un país un poco más al norte del nuestro, pero con casi idéntica pasión cinéfila, y bastante talento literario.
Creo que, a pesar que recién estoy conociendo algo de su obra, Caicedo no está muerto y aún tiene mucho que decir.
Por fin terminé Mi Cuerpo es una Celda, la “autobiografía” –entre comillas, porque no fue realizada por él, sólo dejó escritas sus vivencias - de Andrés Caicedo, dirigida y montada por Alberto Fuguet. Digo por fin, no porque haya sido aburrida o tediosa, sino porque me costó seguirle el rumbo a tanta carta, crítica cinematográfica y escrito suelto que se encuentra en la obra. Creo que el trabajo de Fuguet fue arduo, en el sentido de tener las ganas de recopilar, leer, fusionar y armar todo el enjambre de elementos que configuran la historia de éste joven caleño aficionado al cine y a la literatura; sumergido en melancolía y desesperación.
En cierta parte del libro Fuguet hace un parangón entre Andrés Caicedo y Kurt Cobain, en cuatro direcciones principalmente: “suicidio a una edad temprana, la compulsión por dejarlo todo escrito, el deseo de escapar de un pueblo chico, el transformarse en figura de culto con estatus de rockero…” Se puede agregar el consumo de drogas y el constante sentimiento de incomodidad frente a los demás.
Pensándolo bien, las similitudes son notables, lo que queda de manifiesto en un documental que me gustó muchísimo llamado About a Son, sobre la vida de Cobain, en el que expresa sus pensamientos y emociones, desde su infancia hasta transformarse en el icono rock que logró ser. (No soy muy asiduo a estar pegado frente a una pantalla viendo largometrajes o documentales, pero éste es interesantísimo).
Fuguet en este libro se encuentra con su alter ego, un joven de otra época, ya fallecido, que dejó una obra numerosa que vio la luz gracias a sus esfuerzos – y al de mucha gente más -, que vivió en un país un poco más al norte del nuestro, pero con casi idéntica pasión cinéfila, y bastante talento literario.
Creo que, a pesar que recién estoy conociendo algo de su obra, Caicedo no está muerto y aún tiene mucho que decir.
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