8.11.08

Mentes Perversas, Asesinatos por Encargo.

Es temprano y es un típico día soleado de primavera. En una habitación cualquiera, se encuentra una solitaria mujer de blondos cabellos. Es una mujer algo mayor, de entre 50 y 60 años. Su actitud refleja una mezcla entre nerviosismo y ansiedad. Nerviosismo al existir la posibilidad que los planes minuciosamente planeados no resulten a la perfección. Y ansiedad ya que, si todo sale bien, su ambición será recompensada; su odio, amargura y envidia se alejarán de su vida paulatinamente.

A pocas cuadras de ése lugar, un calvo sujeto vestido de camuflaje, de 40 años de edad aproximadamente, esconde un revolver entre sus inseguridades y temores. Su misión no es fácil. Debe ser minucioso, rápido. Sin embargo, el objetivo es ilegal y cobarde a la vez.
Piensa demasiado en lo que está haciendo. Piensa en su familia y en las consecuencias nefastas que puede ocasionar con la tarea encomendada. El día anterior se arrepintió, pero cree que hoy sí será el día. El trato está cerrado… y debe cumplir su palabra.

Más cerca de lo que podamos imaginar, se encuentra un muchacho lleno de esperanzas y dueño de un futuro prometedor. Un joven enamorado que está con su novia (quizás su futura mujer, quién lo sabe). En definitiva, la víctima.

Pasan los minutos con rapidez, como suele suceder en las mañanas cuando todo se mueve rápido y bajo los efectos del stress; pero no para el calvo sujeto. Se acerca lentamente a su objetivo, y los minutos se hacen una eternidad. Saca el arma que lleva consigo y aprieta el gatillo. La joven mujer llora, grita, pide auxilio, mientras la vereda se llena de sangre. El hombre calvo corre; corre quizás como nunca antes ha corrido. Se sube a su auto y se va.
A las pocas horas lo detienen por lo sucedido, y pide perdón a su familia y a la familia de la víctima.
A las pocas horas aportará información fundamental para esclarecer los hechos.


La blonda mujer planeó todo movida por el odio, la envidia, la ambición y la codicia. Sumergida en su amargura no tuvo tapujos para convertirse en autora intelectual de un delito mediático y terrible.
El hombre calvo, aun sabiendo de la ilegalidad del hecho, actuó por necesidad.
No estoy justificando lo sucedido. La justicia, a pesar de su ceguera, actuará. No conozco los grados de arrepentimiento de uno u otro. La conciencia los sentenciará en definitiva.

Y eso sucedió hace menos de una semana Providencia.

Algo anda mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario